Luego de un verano seco y caliente, se globalizó la ilusión
de que el otoño depararía un poco más de tranquilidad sobre Europa, sus
mercados y fundamentalmente sobre las economías más afectadas por la crisis.
Esta ola de optimismo que caracterizó agosto y el inicio de setiembre, tuvo su
origen primero, en la firme declaración del Presidente del Banco Central Europeo,
Mario Draghi: “a pesar de que la economía caerá en Europa en 2012 el Euro es invencible”
y la contundente defensa después del Programa de compra de bonos de deuda
soberana que realizaría el BCE a
aquellos países que expresamente la solicitasen. Esta medida tiene un objetivo
muy preciso y su instrumentación un efecto muy directo sobre la crisis de deuda
soberana que agobia a muchos países europeos: contribuir con los gobiernos que
la soliciten a bajar la prima de riesgo y, por ende, la tasa de interés a la
cual colocan los bonos de su deuda soberana. En consecuencia, este Programa de
compra de bonos soberanos en el mercado primario por el BCE, inyecta liquidez y
actúa como “corta fuego” en contra de los cada vez más frecuentes ataques
especulativos contra las economías más afectadas por la crisis, fundamentalmente
España e Italia. A su vez, colocar un piso sobre la tasa de interés a que los gobiernos
de la Zona Euro emiten sus bonos soberanos tiene un efecto fiscal y
presupuestario relevante dados los enormes volúmenes de endeudamiento. Italia
este mes llegó a un nuevo récord de endeudamiento de 1972 billones de Euros.
Pero este “salvataje” país no es gratis para los
gobiernos que lo soliciten. Primero deberán explicitar públicamente su
incapacidad para controlar la economía y fundamentalmente la falta de confianza
del mercado de capitales en su gestión y en la generación de confianza. Por eso
se resisten a pedir la ayuda que el BCE les ofrece.
La sola enunciación del Programa tuvo una inmediata y
favorable respuesta de los mercados. Al inicio de setiembre la prima de riesgo
de España e Italia bajó considerablemente y, consecuentemente, la tasa de interés
que les exigió el mercado por sus colocaciones de bonos soberanos. Hasta Grecia
pudo colocar en esa semana 1360 millones de Euros con interés en baja. Parecía
que la crisis había encontrado un nuevo rumbo. Con esta evidencia en mano,
Bruselas y el propio BCE iniciaron, y continúan haciéndolo, una fuerte presión,
fundamentalmente para que adhieran al Programa de bonos.
El clima de optimismo se acrecentó luego del anuncio
de Draghi, cuando el Tribunal Constitucional Alemán autorizó la puesta en
marcha del Mecanismo de Estabilidad Europeo (MEDE), que es un fondo dotado inicialmente
de 500 billones de euros, que podrá prestar dinero a los países con
dificultades, previa aprobación por parte de las autoridades europeas de un
“rescate” solicitado por alguna de las economías en problemas. También podrá
comprar deuda de un Estado en el mercado primario (una emisión) y en el mercado
secundario (donde se cambian los títulos en circulación). El MEDE debería haber
entrado en vigor el 1 de julio pero fue retrasado por la decisión del Tribunal
Constitucional Alemán, y las previsiones inicialmente apuntan a que funcionará
desde el mes de octubre. De hecho, el Presidente del Eurogrupo, Jean Claude
Juncker, ha convocado la reunión para el 8 de octubre y la misma ha generado
grandes expectativas, fundamentalmente por la negativa del Gobierno Alemán,
encabezada por el Presidente del Bundesbank, de que el MEDE pueda unificar
esfuerzos con el BCE para fortalecer el poder “corta fuego” del Programa de
compra de bonos.
Pero los países en crisis aguda como España, a pesar
de la presión del BCE y Bruselas, se resisten a pedir el “rescate”. Es que en el
proceso de negociación entre Draghi y Juncker, respaldados por Hollande, Monti
y Rajoy con Alemania y varios países nórdicos, el costo del rescate se
acrecienta para el país que lo solicite. Como advirtió Olli Rehn,
Vicepresidente de la Comisión Europea, “los Estados de la Zona Euro en
dificultades que soliciten los fondos de rescate europeo para comprar deuda
soberana estarán sujetos a estrictas condiciones”. Difícil imaginar qué
condiciones adicionales se les puede pedir a países como España e Italia que están
en recesión, con pronósticos de crecimiento negativo para este año y con
niveles de desempleo y endeudamiento récord.
A su vez, se alzaron voces en los mismos países en cuanto
a que los fondos de rescate no podían desembolsarse hasta que no estuviese
montado un adecuado mecanismo de supervisión, requisito esencial para avanzar
hacia la Unión Bancaria, complemento esencial de la Unión Monetaria y la Unión
Fiscal ya señaladas como prioritarias en la última Cumbre de líderes europeos.
Según Draghi “el BCE está listo para llevar a cabo la supervisión de las
condiciones estrictas y efectivas de los Programas de salvataje” y por ende el
8 de octubre debe entrar en funcionamiento el MEDE y en consecuencia
habilitados los recursos para junto al BCE iniciar la compra de bonos de deuda
soberana, previa solicitud por un Estado Miembro y previo acuerdo de la
condicionalidad exigida por Bruselas.
Estas negociaciones y controversias, llevaron a que
la declaración inicial de Draghi virase sustancialmente de “haremos todo lo
necesario para salvar los Estados en crisis y preservar el Euro” a una
situación que para calificar para recibir ayuda del BCE y del MEDE, los países
deben solicitar un recate formal, aceptar las condiciones concomitantes y que
su solicitud sea aprobada por el resto de la Eurozona, incluida la ferozmente
austera Alemania y varios de los países nórdicos. La posición de Draghi,
producto de la búsqueda del paralizante consenso europeo, aunada a
declaraciones de Angela Merkel de que el MEDE no estará operativo hasta finales
del año debido a que el mecanismo de supervisión que lleva asociado demorará
unos meses en ser adecuadamente estructurado, diluyeron la contundencia de las
primeras declaraciones de Draghi y, en consecuencia, la ola de optimismo con
que se había inaugurado el otoño europeo. La evidencia de que no habrá acciones
inmediatas para atajar las presiones en los mercados contra España e Italia han
decepcionado a los inversores. España se desangra en la controversia. Las
presiones internas y externas crecen día a día sobre Rajoy para que solicite el
“rescate”. Su situación social y política se agrava todos los días y su próxima
emisión de bonos soberanos regresará a los costos previos al verano. Europa ha caído
nuevamente en la depresión, las protestas sociales y la creciente fuga de
capitales. Es difícil predecir lo que ocurrirá en los próximos meses del año
con la Euro Zona y con el Euro.
En mi opinión, hay una esquizofrenia que se ha
apoderado de las instituciones de la CE y de varios estados europeos: son audaces
para dar préstamos a los bancos pero no tanto a los Estados, todo bajo el
argumento de que si no se estabiliza el sistema financiero no se sale de la
crisis, lo cual es parcialmente cierto. La idea de que si no se reactiva el crédito
no se reactiva la economía, es válida en una situación de depresión cíclica
normal, pero no es completamente cierta en una situación de crisis aguda, porque
los bancos reciben la ayuda y se protegen patrimonialmente. Dado el crítico
estado de hogares y empresas que no adquieren riesgo, los bancos se han
transformado en un canal ineficiente de reactivación.
Esta esquizofrenia ha colocado la estabilización
bancaria y la Unión Bancaria en el tope de la agenda comunitaria y cuando surge
una idea como la de Draghi, claramente orientada a ayudar los Estados cuando la
planteó originalmente, se la diluye, debilita y posterga. Ni que hablar de las
ideas surgidas en la última Cumbre referidas al crecimiento a través de
orientar fondos a proyectos de infraestructura y obra pública para reactivar el
empleo y la actividad económica. Al contrario, los presupuestos presentados
estos días por varios Estados, incluido Francia, obtienen los mayores ahorros
de los cortes en el rubro infraestructura.
Este año ya está prevista una baja en el crecimiento
del producto de entre el 0.2 y 0.6 por ciento. Queda esperar que la reunión del
8 de octubre dé por formalizado el MEDE, que éste obtenga una licencia bancaria
del BCE para comprar bonos y puedan reforzarse los recursos disponibles, que se
agilice el mecanismo de supervisión y que finalmente España decida solicitar el
“rescate” con una condicionalidad social y políticamente sostenible. Además,
que el drama griego se alivie, una vez que la Troika informe y los demás
Estados de la Zona Euro acepten la postergación de los plazos impuestos para
reducir el déficit e implementar las reformas estructurales exigidas. En este
sentido, el jueves, Samaras logró un acuerdo sobre el plan de medidas de ahorro
que asciende a 13.500 millones de Euros con sus socios del Gobierno, los socialdemócratas
del Pasok, y los centroizquierdistas de Dimar.
Para completar un cuadro complicado, también la Unión
Bancaria ha entrado en un cono de sombra. Tal cual dejaron claro este martes en
un comunicado largo y rotundo emitido por Berlín, Helsinki y Ámsterdam, en los próximos
meses se avecinan dificultades ya que estarán duros ante el calendario y el
diseño de la nueva arquitectura institucional de supervisión que Berlín quiere
sacar adelante con planes y tecnología alemana, apoyándose en ese viejo y
persuasivo argumento de “quien paga manda”. Esa dureza será la tónica general
pero los tres países adelantaron también varios casos particulares: en especial
que la supervisión bancaria no estará lista hasta después de enero y sin ella
tampoco la recapitalización directa de bancos por parte del mecanismo de
rescate. Esto es fundamental para Madrid, quien pensaba que la recapitalización
bancaria directa por parte del mecanismo de rescate iba a tener efectos
retroactivos. Madrid sigue confiando en que la supervisión bancaria llegará en
enero y sigue inyectando dinero en sus bancos, lo cual implica que la deuda que
genera esa inyección deberá desaparecer del balance de España y pasar al del
mecanismo de rescate. Hoy viernes 28 de setiembre, el Gobierno junto con una
consultora reveló que las necesidades ibéricas financieras son de 59.300
millones de Euros de capital extraordinario para enfrentar una crisis seria
(una contracción de 6.5 % en la economía española entre 2012 y 2014). De estas
necesidades surgirá la cifra que el Gobierno español deberá disponer para
recapitalizar su atribulado sector bancario.
La tensión sobre el Euro prevalecerá en los próximos meses y los mercados la reflejarán con amplia volatilidad.
La tensión sobre el Euro prevalecerá en los próximos meses y los mercados la reflejarán con amplia volatilidad.
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